Simoca se revolucionó con la llegada de Juan Pablo Juárez. El deportista de 54 años regresó el jueves a su pueblo después de haber estado 18 días internado en un sanatorio de la capital. Desde entonces, la casa de Haydée, su madre, se convirtió en una pasarela por la que no paran de desfilar familiares, amigos, vecinos y hasta algún admirador del atleta.
“¡Juan Pablo, viejo!”, le grita un joven que pasa por la calle, desde su bicicleta. Juárez levanta su mano derecha y le responde con una sonrisa. El saludo se repetirá tres veces más a lo largo de la entrevista, en el jardín de Haydée.
- ¿Cómo es estar de nuevo en casa?
- Volver a estar con vida es algo grande de Dios. Ir recuperándome paulatinamente, de a poquito. La verdad que me siento bien y mejor por el reconocimiento de la gente. Cuando estuve en ese momento durísimo, que no me recuperaba, todos rezaban y le pedían a Dios una buena recuperación. Además, la predisposición de la familia, los amigos, la gente de Simoca, de la provincia y del país que mandaban sus saludos. Todo eso hace que me sienta bien y que siga luchando para salir adelante y seguir haciendo muchas cosas.
- ¿Cómo se siente físicamente?
- El proceso es lento porque es a nivel cerebral. Los golpes han sido muy fuertes pero gracias a Dios no necesitaron operación, sólo un tratamiento. De a poquito me voy recuperando. Todavía no puedo dormir bien por los dolores neurológicos, que me tienen mal. Pero es cada vez un poquito más liviano. Ya puedo caminar y moverme, aunque sea despacito. Porque antes no lo podía hacer, no me podía levantar de la cama.
- O sea que el avance ha sido grande…
- Si, la recuperación va siendo bastante buena para el estado en que se encontraba el organismo. Siempre me dediqué a la actividad física, al cuidado, a estar bien y eso ha prevalecido en esa decaída. Estuve mucho tiempo tirado en el agua y con frío, y el cuerpo pudo aguantar.
- ¿Se acuerda de lo que pasó esa noche?
- Recuerdo que fui con el remisero a mi casa y después ya no me acuerdo de nada más. Me bajé cerca de mi casa, en la Mario Bravo al 2.200 más o menos. No me llegué a bajar. Habíamos vuelto de Bella Vista, de una carrera, y a las 12 de la noche me fui a la ciudad. Me quedé a comer y a tomar una cerveza con mis amigos y volvimos temprano porque al otro día teníamos otra carrera y yo estaba entrenando para un selectivo para el mundial. Llegamos a la terminal con un amigo nada más, porque los otros eran de Simoca, y ahí tomamos una cerveza. De ahí me voy a la casa y a comprar un helado para mi mujer cerca del parque (9 de Julio). Y el remisero me dice: ‘yo ya me voy a la casa, tomemos una cerveza’. Le digo que bueno. Compramos una cerveza en la esquina del parque. Cuando llego a la casa, busco la mochila para sacar la plata y ahí me da para tomar la cerveza, me invita un trago. Tomo un poquito y le digo ‘está fiero, no me gusta’. Es lo último que escuché, de ahí no sentí más nada.
- ¿Entonces puede ser que le haya puesto algo en la bebida?
- Casi seguro que me pusieron algo en la bebida. Es el mal estado en que está la gente hoy en día. Si hubiera sido algo me tendría que haber acordado después, pero yo me acuerdo bien clarito que tomé un trago y me sentí mal y después no sé.
- ¿Dónde tomó el taxi?
- Afuera de la terminal.
- ¿Cree que el taxista lo reconoció?
- Yo creo que no.
- ¿Dónde tomaron esa cerveza?
- Fue de pasada nomás. Mientras íbamos por la (avenida) Gobernador del Campo, seguimos hasta una esquina donde hay un quiosquito y ahí compramos. Yo bajé a comprar. Mientras íbamos a la casa, íbamos tomando. Llegamos a mi casa, abrí la puerta, me bajé del auto y ahí él me invita la cerveza. Y ya no me acuerdo más nada. Para que decaiga de esa manera, que me acuerde hasta ahí, algo debe ser que puso (el chofer del taxi en el que iba) en la botella.
- ¿Y después qué recuerda?
- Después no me acuerdo de nada como hasta los tres días. Entró mucha gente a verme (al sanatorio), pero yo no los reconocía.
- ¿Qué sabe de cómo lo encontraron?
- Sé que fue en el parque, cerca de la (comisaría) 11, como a las 7 de la mañana. Me dijeron que fue un hombre que junta botellas, que me llevó a la estación de servicios, ahí vio que estaba vivo y me llevaron al hospital.
- ¿Le faltaba algo?
- Todo, estaba descalzo. Esto que sirva de cuidado, hoy en día hay que tener cuidado al subir a un remis. Si a mí me ha sucedido, que soy conocido de mucha gente y aparte soy varón, imagínese una mujer.
- ¿Recuerda la cara del taxista?
- No.
- ¿Qué dice la Policía?
- No hablé con la Policía, estoy con la preocupación de recuperarme y después veremos. Dios calificará a esa persona. Es muy lamentable, no porque me haya pasado a mí sino porque es una triste realidad que se vive hoy en día de lo mal que está la gente, porque el hecho de que se ensañen con algo más allá de la vida ya está mal, están perdidos. Que la gente tenga cuidado.
- ¿En ningún momento sospechó nada?
- Nada. Si yo vivo viajando y siempre hay alguien que me conoce. No dudé nunca.
- ¿Qué es lo que más ansía hacer cuando se recupere?
- El tiempo lo va a decir. Ya estoy vivo. Poder seguir haciendo lo que venía haciendo: con la gente de la pérgola (donde se reúne su agrupación para entrenar), de la actividad física, el trabajo social de las escuelas. Siempre he pregonado porque la educación y el deporte vayan de la mano en la escuela. Algún día llegará.